La paz exterior está rota por
el odio, la venganza, el egoísmo, los enfrentamientos, la soberbia…etc. Los
hombres y las mujeres se sienten incapaces de lograrla y eludir esa violencia
que se produce afuera, pero que procede de dentro.
Y es que dentro tampoco
encontramos esa paz que nos dé serenidad, tranquilidad y sosiego. Necesitamos
la paz que nos propone nuestro Señor Jesucristo. Él da la paz, tanto exterior
como interior. Una paz que nos limpia el corazón y lo despoja de todo aquello
que lo violenta y lo resquebraja.
Porque, en Él encontramos el
gozo de dar y darnos, de compartir fraternalmente, de buscar el bien de los
demás y de compartir en igualdad y justicia. Porque, con Él ya no hay
enfrentamientos ni deseos de tener, porque sólo con Él nos basta y nuestra paz
nos llena plenamente de felicidad.
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