A la hora de reflexionar
sobre nuestras faltas o pecados, miramos lo que hacemos mal o podíamos hacer
mejor, pero no lo que omitimos o no nos preocupamos de analizar y de ver como
se puede mejorar. Las omisiones tienen mucha trascendencia.
Porque, podemos alumbrar a
otros, es decir, ser luz para otros con nuestros testimonios y buenas obras sin
por ello buscar el exhibirnos o lucirnos. Simplemente, tratando de dar todo lo
que hemos recibido de forma gratuita y desinteresada y buscando el bien de los
demás.
Ser sal y luz para otros
significa poner toda la carne de nuestras posibilidades en el asador y
ofrecerla con entera gratuidad dándola con mesura y disponibilidad para el
aprovechamiento de otros. Y a eso estamos comprometidos por nuestro bautismo.
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