No es fácil dar un giro de
trescientos sesenta grados y pensar de otra manera. Y no es fácil porque
nuestra razón no lo ve ni lo comprende. Se hace necesario la fe y la confianza
en quien nos lo dice y lo hace con el ejemplo de su Vida.
Jesús nos lo dice, pero pone
por delante de su Palabra sus hechos y su Vida. Lo da todo por cada uno de
nosotros y su Palabra va simultáneamente cumpliéndola con su Vida. Y,
abriéndonos a su Palabra empezamos a comprender y a cambiar.
Su Espíritu nos da la sabiduría
y la fortaleza para comprenderlo. Si Él nos perdona, no mereciéndolo nosotros,
¿cómo vamos a negar nosotros el perdón con respecto a los demás? Comprendemos
que no sería justo que yo fuese perdonado y que no perdone.
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