El campo del mundo es nuestro
radio de acción y en él tenemos que dejar toda nuestra impronta según nos la ha
dado Dios. Quizás, y ese es el problema, queremos dejar la impronta que
nosotros queremos, pero no la que Dios nos ha dado y la que quiere que demos.
Es un mundo peligroso y lleno
de malas hierbas que crecen junto a las buenas. Saber distinguirlas y
apartarlas es necesario y para ello necesitamos la asistencia y el concurso del
Espíritu Santo. Hacerlo solos es equivocarnos y ponernos a merced del sembrador
de la cizaña, el Maligno.
Pero, una bendición de Dios
tener esa posibilidad de salvación. Mejor, estar salvados, porque, Jesús,
nuestro Señor e Hijo de Dios Vivo, ha pagado por nosotros y por su Muerte y
Resurrección estamos salvados. De modo que hay garantía total y plena de
salvación, sólo que necesitamos creérnoslo y confiar en Él.
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