En muchas ocasiones oímos
decir a alguien que él ya no va a cambiar, que con esas ideas irá a la tumba.
Nos quedamos con nuestras costumbres y con nuestros odres viejos. Claro,
echarles vino nuevo no es buena idea porque en esos odres viejos no será bien
recibido.
Luego, ¿qué hacer? La
solución es convertir nuestros odres viejos en nuevos. Es decir, renovarnos y
rejuvenecernos para que el vino nuevo se instale y acomode bien y dé sus frutos
de buen sabor y cata. Entonces podemos empezar a saborear el buen vino.
Necesitamos actualizarnos y
abrirnos a la acción del Espíritu Santo para que nuestros odres se mantengan
rejuvenecidos y abiertos al Espíritu de Dios. Jesús viene a perfeccionar la Ley
y nos presenta una novedad, una nueva manera de amar y relacionarnos con el
otro. Dependerá de nuestra disposición y disponibilidad el aceptarla.
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