Realmente, sólo Dios basta y
en Él debemos poner toda nuestra vigilancia y atención. Nuestra vida es una
constante vigilia y, relajarnos o desviarnos de esa atención nos pone en
verdadero peligro. Tenemos que tener mucho cuidado y mantener siempre encendido
nuestra fe apoyada en la esperanza de la Palabra del Señor Jesús.
Conviene estar preparado y
vigilante tanto a la llamada del Señor como a su paso por nuestra vida. Vivir
en su Palabra no se reduce a unas prácticas y ritos sino a una fidelidad que
nos exige reconocernos débiles y necesitados de ser bien acompañados para no
caer en manos del pecado que nos acecha.
Por eso, se hace necesario
tener nuestra fe encendida y abastecida de la Gracia recibida en y con la
frecuencia de los sacramentos, Eucaristía y Reconciliación, para, fortalecidos
en ellos, encontrar el equilibrio y la fortaleza para superar y someter todos
esos peligros que nos salen a nuestro encuentro a la hora de nuestro encuentro
con el Señor.
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