El dinero y el poder van
unidos. Con el dinero se consigue el poder y con el poder todo lo que se te
antoja y quieres. Y el hombre busca el dinero para alcanzar el poder y el poder
para alcanzar sus apetencias, satisfacciones y ambiciones. Y eso trae
consecuencias que terminan por enfrentar a los mismos hombres.
La ambición es destructiva y
puede hacer que el hombre haga sus propios ídolos o dioses. Y ese es el
problema, el dinero puede convertirse en un dios y apartar al hombre de Dios. Porque,
cegado por el poder del dinero, el hombre, se cree fuerte y poderoso y somete
al otro.
De modo que, el mal del mundo
viene por la ambición del hombre y, sobre todo, por el alejamiento del hombre de Dios. Porque,
como nos dice hoy el Señor, no podemos servir a Dios y al dinero, porque,
terminaremos dejando a uno por el otro. Ahí está el peligro, convertir al
dinero en nuestro dios.
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