No queremos ver la realidad y
sólo pensamos en conseguir el bienestar ahora sin mirar que lo importante es
conseguirlo para la eternidad. Nos importa ahora y cerramos nuestros oídos a lo
que nos puedan decir. Los apóstoles no comprendían lo que Jesús les decía y
temían preguntarle.
Sus pensamientos estaban en
eso del Reino. Les sonaba bien y ya se veían como parte de esos reyes del Reino.
Recordemos que los hijos de Zebedeo ya habían porfiado por un puesto de
privilegio en ese Reino prometido. Su entendimiento y sus ojos estaban puestos
en esa promesa del Reino.
Y, quizás, como también nos
ocurre a nosotros, se equivocaban. Jesús intenta abrirles los oídos y los ojos
para que comprendan y vean. Él, el Hijo del Hombre, va a ser entregado en manos
de los hombres y tendrá que padecer. Y se los dice para que sepan que camino
también nos espera a nosotros. ¿Lo comprendemos nosotros?
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