Cuando tus actos no están
impregnados de amor, por muy buenos que sean, no huelen ni sientan bien.
Porque, el amor los bendice y les exige humildad, sencillez y servicio. Y todo
lo que se hace con humildad se digiere bien y hace bien y es bueno para los que
lo reciben.
Todo lo contrario sucede
cuando por cumplir y llevar todo de manera correcta y responsable te crees
mejor que el otro. En ese momento te equivocas, porque lo que te diferencia y
te bendice es el amor con los que realices tus actos. Y eso es lo que agrada a
los ojos de Dios.
Por todo ello, busca vivir y
cumplir todas tus obras por medio del amor. Un amor disponible y humilde; un
amor sencillo y abierto a servir gratuitamente al otro y a darle todo el bien
que guardas en tu corazón con verdadero amor. Es la única forma de agradar a
Dios y alcanzar su misericordia.
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