Las palabras son importantes,
pero no definitivas. Hay palabras que se quedan en el aire y se las lleva el
viento. Hay otras palabras que sólo se leen en el papel, pero de ahí no salen y
hay otras, las buenas y verdaderas que se dicen, están escritas y llegan a la
vida.
Esas son las palabras a las
que se refiere Jesús. Son las palabras que se viven y se cumple según la
Voluntad de su Padre. Y eso son los verdaderos bienaventurados, los que oyen la
Palabra de Dios y la guardan. Palabras que son más fuertes que los vínculos de
sangre.
Y en esta ocasión, Jesús la
aprovecha para exaltar a su Madre, porque es ella la primera que cumple esta
condición: escucha la Palabra de Dios y la lleva a su vida. Ella se humilló
ante Dios aceptando su Palabra y haciendo su Voluntad. Toda su persona su puso
disponible a la Voluntad de Dios.
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