El Señor, en el Evangelio de
hoy sábado, nos describe esta parábola del juez injusto para enseñarnos que
nuestra oración debe ser siempre constante, perseverante y confiada. No debemos
desanimarnos sino todo lo contrario, confiar en que el Señor, nuestro Padre
está siempre atento a nuestras peticiones.
Lo que ocurre es que no
sabemos qué es lo que realmente nos conviene y menos pedir. Y el Señor no nos
va a dar aquello que, tarde o temprano nos va a perjudicar. Pero, como buen
Padre que es, el mejor, nos escucha y nos va dando lo que realmente nos hace
bien y nos sirve para alcanzar la verdadera salvación.
Por lo tanto, seamos
obedientes e insistentes como aquella mujer viuda con el juez injusto. La
insistencia y la constancia siempre tienen recompensa, y más con nuestro Padre
Dios que nos ha creado por amor y quiere nuestro bien y nuestra salvación.
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