Si observamos detenidamente
el mundo nos percatamos que no anda bien. Es verdad que a lo largo de su
existencia ha habido muchos momentos convulsos y de gran depresión. Ha habido épocas
de grandes guerras, desordenes, esclavitud y muertes, pero, en estos momentos
sucede que el mundo, de espalda a Dios, se mueve en estos parámetros.
Todo está confuso, la moral
está en decadencia y el hombre pierde su rumbo y su destino histórico. Todo se
tambalea y el mundo parece llamado a destruirse. Se habla del cambio climático,
de enfrentamientos de poder, de leyes que amenazan el orden natural de la vida,
del pensamiento único que quieren imponer unos cuantos.
Todo se pone en tela de
juicio y se olvida a Dios. El hombre quiere imponer su ley y los unos quieren
someter a los otros. Parece que el final no anda muy lejos, pero, el Señor
tranquiliza a los que creen en Él y les garantiza que no perecerá ni un cabello
de su cabeza. Con la perseverancia salvarán sus almas.
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