viernes, 22 de noviembre de 2019

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La comunidad parroquial tiene una casa común, el templo o la iglesia donde se ven y se reúnen para celebrar la Eucaristía, para rezar y para que, también cada uno tenga su espacio de oración personal con el Señor. Es la casa común donde celebramos los tiempos principales de la liturgia y las Eucaristía dominicales.

Pero, el templo es también la Casa de Dios a la que tenemos que cuidar y sostenerla en buen estado para y por el bien de todos. En ella debemos guardar silencio y respeto. No sólo porque está el Señor presente y real bajo las especies de pan y vino, sino por respeto a los demás.

Silencio para que cada cual encuentre su espacio de oración íntima con el Señor y para que también todos reunidos podamos con la debida atención y recogimiento celebrar nuestro culto común. Por eso, Jesús echó un día a los que habían convertido su casa en casa de comercio, de cambistas y de negocio. Mi casa es Casa de oración, dijo el Señor.

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