Se hace necesario vencer todo
las apetencias y pasiones carnales para poder encontrar la paz, porque, detrás
de la envidia, del afán de poder y riqueza está la paz. Una paz que muchos
quieren conseguir con poder y con violencia, y eso, en lugar de lograrla la
aviva y la enciende más.
Buscar la paz es vencerse a
uno mismo, porque la paz es la consecuencia de suavizar nuestros, endurecidos
corazones y despojarlo de todo odio, deseo de venganza y de violencia. Es
desterrar de nuestros corazones la soberbia, las malas inclinaciones, el deseo
de poder y dejarlos limpios y disponible para el amor.
Pero, para que haya paz en
nuestros corazones es necesario abrirse al Príncipe de la Paz, nuestro Señor
Jesús, que nos la da y nos la ofrece. Sólo en Él podemos encontrarla y
llenarnos de ella, y sólo, a través de Él podemos, después de recibirla
ofrecerla a los demás.
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