Los talentos recibidos son
los que nos van a permitir ir solucionando nuestros problemas y produciendo los
bienes que necesitamos para el peregrinar por este mundo. Sucede que, a veces,
recibimos una herencia y nos viene como dado una riqueza, que también debemos
saber administrar en función y servicio a los demás.
No se nos esconde que nos
encontramos con dificultades que vienen de nuestros propios egoísmos. Nuestra
naturaleza, herida por el pecado, es la muralla que nos impide compartir y
despertar el afán de avaricia y de poder. Pero, para eso se nos ha dado la astucia
y la libertad de saber dónde está el verdadero valor de las cosas.
Jesús, en esta parábola nos
enseña y admira la astucia del aquel administrador injusto que no se queda con
los brazos cruzados, sino que activa su astucia para conseguir solucionar su
vida. La pregunta que nos sale del corazón es: ¿hacemos también nosotros lo
mismo y ponemos toda nuestra astucia y esfuerzos en y para alcanzar la Vida
Eterna?
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