Todo
el mundo desea el mejor resultado final y vivir para ser destruido con la muerte
no tiene sentido. Conviene entonces descubrir a quien se espera y si vale la
pena actuar en esa espera. Porque, si detrás de la espera no hay Vida Eterna,
esa espera no da sentido a tu vida.
Juan
el Bautista fue consecuente con esa espera y su actuar fue preparar esa espera.
Y le valía la pena, porque su espera era una espera de Vida Eterna. Por eso,
hablaba claro y era consecuente con su palabra. Vivía lo que decía y anunciaba
en Aquel que esperaba y creía.
Por
eso, ya encarcelado quiso realmente saber si al que esperaba había llegado y le
fue confirmado con estas palabras: «Id
y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los
leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a
los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!».
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