Jesús no viene por su cuenta.
Si había dudas de quién era, todo queda aclarado y despejado en su Bautismo en
el Jordán. Allí el Padre, a quien nadie le ha visto, señala a su Hijo y lo
presenta al mundo como el Hijo en el que se complace. Sin lugar a duda, es el
Mesías enviado a liberarnos de la esclavitud del pecado.
Y en esta presentación, así
como en la preparación del camino a su venida, Juan tiene una misión muy
importante y destacada, pero ello le exigirá dar su vida. El anuncio del Reino
de Dios exige todo y todo es ponerle en el centro de nuestros corazones e
incluso por delante de la vida.
Si en algún momento queremos
ser como Juan tendremos que tener muy presente que ello nos exigirá lo mismo
que le sucedió a Juan. Seguir a Jesús es ponerle en el centro de nuestra vida y
vivir imitándole y a su estilo, incluso si nos peligra nuestra vida. Ello nos
descubrirá que tendremos que pedirle fortaleza y valor.
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