Juan el Bautista supo
detectar la presencia de Jesús e ir más allá de su sola presencia. Supo que
Aquel era el Mesías, el enviado que todos esperaban, y así se los hizo saber a
sus discípulos. Pero, supo también cual era su puesto y su misión y donde debía
colocarse él.
Juan supo también donde
empezaba y terminaba su misión. Y comprendió cuando debía retirarse cumplida su
misión. Misión de anunciar y proclamar al que había de venir a bautizar con
Espíritu Santo y fuego. Un bautismo que él sólo había iniciado como actitud de
conversión.
Y habiendo advertido la
presencia del Salvador prometido, Juan se retiró ocupando el lugar para el que
había sido designado: «Yo soy voz
del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el
profeta Isaías».
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