Mi vida está llena de lepras, lepras que van minando mi vida
y alejándome del Señor. Mis apetencias carnales, la lujuria, mis egoísmos y
ambiciones son lepras que están pegadas a mi vida y le obstaculizan para que no
vaya por el camino que Jesús nos enseña.
Pero, una de las lepras más peligrosas, Señor, es el
endurecimiento de mi corazón. Quizás hablo contigo, pero, el peligro, es que
hablo yo sólo y no te dejo hablar ni te escucho, Señor. Y esa lejanía que
produce el no escucharte endurece mi corazón, Señor.
Te pido, Señor, que llenes mi vida de espacios de silencio
para poder escuchar tu voz y limpiar mi corazón de esas lepras que le atosigan
y le endurecen. Dame, Señor, la serenidad, la paz y la paciencia para, en el
silencio de mi corazón, encontrar la oportunidad de atentamente escuchar tu
voz. Amén.
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