Si ni siquiera darnos cuenta vivimos en un mundo que da la
espalda a Dios. Nuestro corazón no está limpio del todo, es débil y está
contaminado por el pecado de nuestros propios padres, y mientras crecemos,
dependiendo de estar o no alejado de Dios, seremos tocados por el pecado y
sumergidos en las tinieblas.
El mundo nos tienta y tiene suficiente fuerza para
seducirnos y arrastrarnos a las comodidades, a los placeres, a las riquezas, al
poder y al olvido de Dios. Porque, en esos caminos te amas a ti mismo
olvidándote de los demás, y ese es el pecado mayor, el desamor.
Sin embargo, siempre tenemos la posibilidad de salir del
pecado volviendo a Dios. Su Misericordia es Infinita y siempre está abierta a
acogernos y perdonarnos. Cuando experimentamos el único y verdadero amor,
descubrimos la fuente de la verdadera felicidad, y es entonces cuando quedamos
iluminados por la verdadera Luz que salva al mundo.
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