Jesús viene a salvarnos de la esclavitud y a liberarnos del
pecado, que significa la muerte. Él, limpio de pecado, nos indica el camino
para sostenernos firmes y purificados, por su Gracia, del pecado, que nos lleva
a la muerte.
Pero, esa liberación exige nuestra disponibilidad y nuestra
colaboración. Hemos sido creados libre y, por lo tanto, capaces de aceptar o
no. Y el Espíritu Santo, recibido en nuestro bautismo, no moverá un dedo para
liberarnos sin nuestro permiso. Y eso significa que nuestra libertad debemos
ponerla a disposición del Espíritu.
Porque, como Simeón, será el Espíritu Santo quien nos moverá
y nos conducirá por el verdadero camino que nos lleva a purificarnos, por la
Gracia, y a vivir en la Voluntad de nuestro Padre Dios. Voluntad que nos
liberará de la esclavitud del pecado.
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