La Cruz es signo de nuestra salvación. En ella,
Cristo, entregó su Vida para, obedeciendo la Voluntad de su Padre, pagar por
todos nuestros pecados. Él, no teniendo pecados, se hizo pecado para morir por
nosotros y saldar nuestra deuda de pecados y ofensas al Señor.
La Cruz nos da la oportunidad de comprender y darnos
cuenta de que Cristo es el Mesías enviado por el Padre. El Hijo de Dios Vivo
que nos manifiesta y nos descubre su Divinidad. En ella comprendemos lo que nos
dice: “Yo soy”. La misma respuesta
que dio Dios a Moisés cuando lo envió a liberar a su pueblo de Egipto.
Jesús, el Señor, es perfecto hombre y perfecto Dios.
En la Cruz se nos revela ese misterio que no comprendíamos antes. Ahora, que ha
entregado su Vida Gloriosa, nos damos cuenta que estamos hablando, tratando y
recibiendo en la Eucaristía al mismo Dios, muerto y resucitado.
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