Jesús conoce a sus
discípulos y sabe de nuestros miedos y limitaciones. Conoce nuestras
debilidades y sabe que necesitamos verle, porque Él marca nuestro rumbo,
nuestros pasos y nuestro camino. Sin Él nos perdemos y quedamos sometidos a los
poderes del mundo, demonio y carne.
Por eso, conforta a
sus apóstoles con sus apariciones y les anima a seguir adelante, porque, ahora,
son ellos los que tienen que anunciar el Reino de Dios. Y, porque nosotros lo
conocemos, lo han hecho bien, pues de otra forma no nos hubiese llegado. De
modo que, ahora, nos toca a nosotros seguir la cadena.
Y para eso hemos
recibido en nuestro bautismo al Espíritu Santo, que nos acompañará, nos
fortalecerá y nos dará la asistencia, el auxilio y la sabiduría que necesitemos
en cada momento de nuestro obrar. No desesperemos y confiemos en el Espíritu
Santo.
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