No les creyeron a las
mujeres ni tampoco a los de Emaús. Más tarde Jesús, apareciéndosenos les recriminará
esa poca fe que tenían. Y les mostrará las llagas de sus manos y la herida de
su costado. Igual nos puede suceder a nosotros. No creemos en su Palabra.
Ni tampoco en las
palabras y testimonios de los apóstoles.
¿Qué nos ocurre? También hay otros muchos y muchas que le han visto y le han
experimentados y tampoco le creemos. Pablo nos habla de que a él también se le
apareció.
¿Y qué nos dice
nuestro corazón? ¿Acaso no sentimos que Jesús Vive dentro de nosotros y nos
llama a la felicidad eterna que sólo conseguiremos en y por el amor. Es decir,
dándonos a los demás es cuando realmente sentiremos la verdadera paz y
felicidad.
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