En la segunda pesca
milagrosa, esta del evangelio de hoy, los apóstoles casi no reparan en el milagro.
No habían cogido nada y de repente, a la orden de aquel extraño, se les llenan
las redes. Juan advierte que es el Maestro y, Pedro, se lanza al agua
semidesnudo.
Corren a la orilla y
se admiran de ver al Maestro, pero nadie se atreve a preguntarle por miedo o
vergüenza. Sin embargo, saben que es Jesús, el Señor, el Maestro. La abundante
pesca, a la que apenas han prestado atención, lo descubre y lo demuestra.
Empiezan a creérselo, el Señor ha Resucitado.
El tiempo, a veces, es
necesario, y Jesús quiere hacer las cosas poco a poco, sin prisas y sin
imposiciones. Ellos van asumiendo y digiriendo que la Resurrección no es un
cuento ni una ilusión o deseo, sino una realidad. Está delante de ellos y ya se
les ha aparecido varias veces. Si, verdaderamente el Señor ha Resucitado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.