Y es que nuestro camino está lleno de peligros que,
con la ayuda del Espíritu Santo, podemos vencer. Porque, lo de aquí abajo es
perecedero, y todo lo que viene de él perece. Jesús lo explica muy bien cuando
habla de la carne y del Espíritu.
«En verdad, en verdad te digo: el que no nazca de agua
y de Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo nacido de la carne, es
carne; lo nacido del Espíritu, es espíritu. Todo queda muy claro, lo de este mundo es caduco y
tiende a desaparecer.
Lo que viene de Dios es lo
único que permanece. Por tanto, afanarnos en conseguir la aparente felicidad
que podamos encontrar en las cosas de este mundo es perder el tiempo y no vale
para nada. Vivir y tratar de alcanzar lo que viene del Espíritu es lo que
permanece y vive para siempre.
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