Todos los creyentes hemos experimentado la ausencia de
Jesús. Incluso, muchos pensamos que de haberle conocido físicamente hubiese
sido mejor y lamentamos no haber sido contemporáneo suyo. Sin embargo, ahora
sabemos muchas cosas que en su tiempo a los apóstoles les resultó muy difícil
entender y creer.
Posiblemente, esas noches oscuras y de tinieblas; esas
confusiones y lejanías que experimentamos como si el Señor se fuera de nuestra
vida nos alejan del Señor. Esa debilidad y deseos de abandono ante las
tentaciones y seducciones que el mundo nos presenta levantan barreras que nos
invitan a dudar de Él.
Sin embargo, Jesús está ahí y siempre, aunque yo
experimente lo contrario, cerca de mí. Nunca se ha ido, ni se irá. Simplemente,
me prueba, espera que crea y confíe en Él. Me ha creado libre para eso y espera
de mí que soporte las dudas y tenga confianza en Él. Vale la pena mantenerse
fiel y perseverar en su confianza.
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