A Jesús también le tendieron muchas trampas. Su Vida
pública empieza con las trampas y tentaciones que el demonio le tendió en el
desierto. Y, desde ese momento, el mundo de su época no dejó de tenderle una y
mil trampas para desprestigiarlo y derrumbar su mensaje.
Hoy, el Evangelio nos habla de una concreta, la de los
fariseos y herodianos que, enviados por Herodes, tratan de tenderle una trampa para
enfrentarlo con los romanos o con el pueblo. Lo han pensado bien y no parece
haber escapatoria posible. Frotándose las manos se acercan a Jesús.
Y le plantean lo siguiente: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no
te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que
enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o
no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?». La respuesta de Jesús nos señala el
camino – Mc 12, 13-17 -.
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