Aquella viuda no llamó la atención de Jesús por la
cantidad de su donativo, sino porque había dado lo que tenía. Se privaba de su
bien para darlo al que lo necesitaba. Compartía su pan con el que no tenía
despojándose de su alimento y compartiéndolo. Esa es la lección.
No importa el valor de lo que se da, sino el amor con
el que se da. Eso significa que no se da de lo que sobra sino todo lo que se necesita.
Y en esa necesidad se incluye todo lo que haga falta y poseo.
De tal forma que, si las necesidades de los otros me
llevan a dar todo lo que tengo y a darme yo también, estaré dispuesto a
compartirlo. Esa es la orientación a donde se dirige la mirada de Jesús. No
importa lo externo sino la verdadera intención de lo que hay dentro de mi
corazón.
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