El Amor entre el Padre y el Hijo nos sirve de modelo
para que todos sus hijos seamos también, en el amor, uno solo, tal y como lo
son y reflejan el Padre y el Hijo. Y de ese amor del Padre y el Hijo provenga
el Espíritu Santo que se hace presente en cada hombre y mujer.
Una presencia que se materializa en un acompañamiento
en el camino para asistirle, fortalecerle y auxiliarle en la lucha de cada día
contra las tentaciones, los obstáculos y peligros que tratan de apartarle del
amor de Dios.
Y, no sólo desviarles, sino confundirles y conseguir
que sus acciones sean diferentes y contrarias a la Voluntad de Dios. El Maligno
trata de que no seas reflejo del Amor de Dios y que tu semejanza con Él sea
cada vez menos y diferente. Pidamos que eso no suceda. Amén.
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