A los buenos en cestos y a los malos lo tiran al
fuego. De alguna manera nuestra vida se reduce a eso. Recoger los buenos frutos
de la cosecha como resultado de nuestro trabajo y desechar los malos para
quemarlos al fuego. Los buenos serán los escogidos para el disfrute eterno.
Todos buscamos recoger los mejores frutos. Para eso
trabajamos y nos esforzamos en nuestra vida. Se estudia para aprender y
capacitarse en algo que nos sirva para ganarnos la vida. Y te ganas la vida en
la medida que tus esfuerzos den buenos frutos. Luego, dar buenos frutos es lo
más importante.
¡Y si lo importante son tus frutos!, importa, valga la
redundancia, que sean buenos para que sean recogidos en el cesto de la
eternidad. Pero, ¿cómo cultivar buenos frutos? Importa la calidad de la tierra,
su abono y su riego. O, lo que es lo mismo: estar abiertos a la Gracia, que
viene de Dios, los sacramentos – Eucaristía y Reconciliación - y la oración.
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