No tiene sentido aislarte, porque una fe individual ni
puede medirse ni tampoco darse en obras. Sólo, cuando la fe es compartida se
hace vida en la comunidad y toma todo su sentido. Cultiva los frutos que su
misma fe va sembrando. Y es en la comunidad, en torno a Cristo Jesús, donde tu
oración queda fortalecida en la presencia del Señor.
Sólo, cuando compartes, tu corazón está abierto a la
corrección y rectificación de tus malas actitudes. Porque, sólo en la comunidad
tiene lugar la corrección fraterna. Una corrección alumbrada a la luz del
Espíritu Santo.
Descubrimos, entonces, que nuestra fe no puede ser
vivida de manera individual sino comunitaria. El aislamiento nos empobrece e
impide que maduremos nuestra fe tentados por el egoísmo y la individualidad
personal que llega a ensoberbecernos y a aislarnos de los demás.
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