Podemos descubrir tres características notables y fundamentales en la forma y manera que Jesús, el Hijo de Dios, nos ama. Una, que nos respeta, considerándonos siempre algo muy importante, único y valioso para Él, hasta el punto de dar su Vida por cada uno de nosotros.
Otra segunda, nos comprende. Sabe y conoce nuestras debilidades y, poniéndose en nuestro lugar, nos comprende. Solo nos pide nuestra buena intención y nuestro mayor esfuerzo. Quiere nuestro dolor de contrición y arrepentimiento. Eso le basta, lo demás corre de su cuenta.
Y, tercera, nos perdona. Sin duda que no merecemos el perdón, pero la Misericordia de Dios es Infinita, hasta el punto de, a pesar de nuestra indiferencia, nuestros rechazos y burlas, entrega su Vida por cada uno de nosotros perdonándonos todos nuestros pecados. La pregunta, ¿amamos nosotros así?
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