Cuando descubres algo bueno, experimentas deseos de
compartirlo, sobre todo con quienes te son más íntimos y cercanos. Anhelas que
otros lo descubran y gocen de ello.
Eso quiero, Señor, pasar toda mi vida a tu lado.
Porque, Tú eres el gozo y la felicidad eterna. En eso creo y lo busco en Ti,
Señor. Mírame y cautívame, Dios mío.
Luego, ¿cómo no vas a dar a conocer el gozo de saber
que Dios te ama misericordiosamente y te ofrece la felicidad eterna? Claro,
cada cual lo hará de la manera que pueda, pero siempre contando con la fuerza
del Espíritu Santo.
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