Nuestra vida es como una barca que navega por el mar. Y, el sentido común nos dice que debe haber un rumbo. Una barca sin rumbo va a la deriva quedando sometida a merced de las tempestades y tormentas. Son esos momentos en los que nuestra alma busca desesperadamente auxilio.
Solo Jesús, el Hijo de Dios, somete a los vientos y mares que se levantan furiosos como elementos rebeldes que protestan pidiendo su salario o recompensa. ¿Quién eres Tú a quien los vientos y mares obedecen?, se preguntan sus discípulos.
También nosotros nos hacemos esa misma pregunta, y queremos responderla siguiéndote, Señor, y escuchando tu Palabra. En ella buscamos respuestas a esa pregunta de saber quién eres. Porque, solo Tú, Señor, tienes Palabra de Vida Eterna. Aumenta nuestra fe.
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