Tomás, aquel discípulo incrédula no se avenía a razones. Exigía ver y tocar para creer. Y, Jesús, viendo sus buenas intenciones le dio la posibilidad de que pudiese comprobarlo por sí mismo. Su respuesta fue contundente hasta el punto de que sus palabras se repiten en cada celebración Eucarística.
Pidamos, también nosotros, no tener que exigir ni pedir pruebas al Señor. Pidamos la Gracia de fiarnos de su Palabra y de confiar en lo que nos ha dicho y nos promete. Es el Señor. Señor de la Vida y la muerte, y Él ha Resucitado.
No permitamos con nuestro pobre y humilde esfuerzo, para eso se nos ha regalado la libertad, que nuestro corazón se endurezca y no deje entrar la Palabra de Dios en él. Confiemos en Él y creamos que su Palabra es Palabra de Vida Eterna. Amén
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.