Es evidente que, sólo cuando te sientas pequeño, pobre, humilde, limitado y pecador, tu actitud cambiará y será distinta. Entonces, estarás en disposición de abrirte a la llamada del Señor y a su Infinita Misericordia. Solo cuando te sientas débil serás capaz de acogerte a la Misericordia y Perdón de tus pecados.
Posiblemente, tenemos muchas parálisis que, quizás no veas ni tampoco descubras. Pero, con la Gracia y por la Misericordia de Dios, podemos descubrirlo y limpiarnos de ellos. Entonces veremos con claridad y, acogidos a su Misericordia, podemos levantarnos y peregrinar hasta la Casa del Padre.
No tengamos miedo. Nos lo decía san Juan Pablo II. El mismo Espíritu Santo que acompañó a Jesús, nos acompaña ahora también a nosotros. Y, poniéndonos en sus Manos, nos fortalecerá, nos iluminará y hará que también nosotros demos frutos según la Voluntad de Padre Dios. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.