
Se está en un ambiente de celebración y se acompaña a quien invita con alegría y gozo. No es momento para ayunar sino para todo lo contrario, celebrar y cantar acompañado de buenos manjares y buen vino. El amigo, los esposos o el anfitrión están con nosotros.
Jesús es el Esposo, la Esperanza, el Esperado, el Reino de Dios que ya está entre nosotros, ¿cómo vamos, pues, a estar en actitud de ayuno? Todo lo contrario, llega quien nos libera del sufrimiento y de las ansias angustiosas de la espera. Es quien esperábamos, ¿cómo ayunar? Todo lo contrario, ¡celebrar y cantar!
Ningún sentido ayunar, pues el Reino – Jesús – ha llegado y Vive entre nosotros. Ayunaremos cuando nuestras fuerzas, en nuestro peregrinar por este mundo, desfallezcan, estén débiles y necesitemos ese Alimento Espiritual que tomamos en la Eucaristía. Ayunaremos cuando necesitemos fortalecernos para, por su Gracia, sostenernos firmes ante las tentaciones.
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