domingo, 27 de febrero de 2022

 

Es evidente que nuestros fallos están siempre presentes. Si decimos que somos pecadores es porque lo somos, no porque parezca que eso es presumir. Somos pecadores y, en consecuencia, pecamos. Eso significa que fallamos y que lo que decimos no siempre coincide con los que hacemos.

Sin embargo, la intención y el esfuerzo de rectificar, corregirnos y levantarnos de las caídas es lo verdaderamente importante. Para eso, sabiendo de nuestras debilidades, Jesús, el Señor, nos dejó el sacramento de la reconciliación para levantarnos y emprender el camino.

Sabemos que de una mala intención no puede salir nada bueno. El árbol malo dará frutos malos; el bueno dará frutos buenos. La deducción es que sabemos que tenemos que purificarnos, abrirnos a la Gracia del Dios y, en y por su Nombre, dar frutos buenos

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