sábado, 26 de febrero de 2022

Un niño es un ser débil, pequeño, inocente y necesitado de ayuda. Depende de otros y sin una familia – padre y madre – se siente perdido y abandonado. Por eso, su corazón es un corazón abierto a la escucha, a la Palabra de un Dios que le atiende, le da cariño, ternura y amor.

El niño está necesitado de protección y de acogida. Necesita consuelo y seguridad y busca a un Padre que le acoja y le dé lo que necesita. Por eso, mientras no tengamos un corazón como el de un niño, difícilmente seremos capaces de abrirnos a la Palabra de Padre Dios.

Un corazón pequeño, humilde, pobre, capaz de abrirse a la escucha atenta de la Palabra de Dios. Es lo que nos dice Jesús: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los que son como éstos es el Reino de Dios. Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él».

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