Quien
ha llegado a perdonar ha experimentado descanso y alivio. Es evidente que quien
perdona descansa y experimenta que se ha quitado un peso de encima. La
experiencia del Sacramento de la reconciliación nos deja esa sensación de
alivio. Nos sentimos descargados y aliviados.
Por
el contrario, quien vive en el odio, rencor y soberbia alimentando el deseo de
venganza, vive martirizado, desesperado y en constante amenaza y deseo de
vengarse. No encuentra tranquilidad ni paz. Vive buscando desquitarse, y hacer
pagar al otro el mismo mal recibido.
Pasará lo mismo con el mal que tú inflijas al otro. Porque, todos somos deudores y necesitamos ser perdonados. Luego, si tú imploras perdón, ¿cómo no vas a darlo también? ¿O es que pretendes que te perdonen y tú no perdonar? La fruta se cae por su propio peso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu pensamiento es una búsqueda más, y puede ayudarnos a encontrarnos y a encontrar nuestro verdadero camino.