Nuestro corazón, que vive
en la oscuridad, está sometido por la soberbia, vicios y pasiones que le
esclavizan y le condenan. La luz de este mundo es opaca y no permite, ni vernos
ni ver el mal que nos corroe, nos amenaza y destruye.
Necesitamos y, lo
deseamos, limpiarnos. Pero ¿dónde buscamos luz? Sabemos que la de este mundo no
nos ilumina. Jesús es la Luz que verdaderamente nos ilumina e ilumina a este
mundo. Una Luz que, sí nos permite ver y vernos.
Ver nuestra soberbia, nuestras pasiones, nuestras debilidades y flaquezas y todos los vicios que nos esclavizan y nos pierden. Una Luz que, cierto, nos incómoda porque nos descubre cómo y quienes somos. Es la Luz que nos salva y nos invita a pasar por la cruz, que nos limpia y libera.
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