Posiblemente, también antes de que cante el gallo tres veces, yo habré metido la pata varias veces. Cada día con mi proceder dejo en evidencias al Señor, le fallo a su confianza y misericordia. Pedro nos sirve de ejemplo.
La oscuridad del mundo y sus tentaciones nos envuelven
de tal manera que somos presa fácil para caer en sus garras. Nuestra cárcel –
nuestro cuerpo – nos alienta con sus flaquezas y pasiones a darle la espalda al
Señor. ¿Qué hacer?
Necesitamos ser humildes, reconocer nuestra debilidad y pobreza y, experimentándonos pequeños, llorar nuestros pecados, tal y como hizo Pedro, esperanzados en que el Padre nos acoge y nos perdona con su Corazón infinitamente Misericordioso. Amén.
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