Es, en ese momento, la santa cena cuando y donde
instituye la Eucaristía. Nos deja su Cuerpo y Sangre, bajo las especies de pan
y vino, como alimento espiritual para fortalecernos y no desfallecer.
Es evidente y necesario que necesitamos ese alimento
espiritual, Cuerpo y Sangre de Jesús, nuestro Señor, para sostenernos firmes y
erguidos en nuestra propia cruz ante los problemas que nos salen en el camino
amenazándonos con doblegarnos y perdernos.
La Cruz, signo de salvación, nos sostiene y nos alienta a seguir, llevándola también sobre nuestros hombros hasta ese calvario que es nuestra muerte y nuestro final en este mundo, pero, nuestro paso a la Casa donde nos espera el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
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