Siempre,
nos lo dice la experiencia de nuestra propia vida, sentimos compasión por el
débil y pequeño. No soportamos que maltraten a un niño y, menos, que abusen de
él. El más pequeño nos despierta compasión y nos sentimos atraídos a defenderle
y protegerle.
Danos,
Señor, la sabiduría de saber discernir sobre las dificultades y adversidades de
nuestra vida. Y no huir de ellas sino afrontarlas con dignidad y entereza,
aceptándolas hasta el punto de abrazarlas como la cruz de nuestra vida y
camino. Amén.
Es evidente que abajarse y ser humilde cuesta. Creo que lo más duro de la Pasión del Señor fue mostrarse pequeño, débil y humilde siendo Él el Todopoderoso y Creador de todo lo que existe. Esa es y será nuestra cruz, ser humilde y pequeño.
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