Jesús no necesita
de nadie. Se vale por sí mismo, sus obras lo certifican. Es el Hijo de Dios y
su Palabra tiene el respaldo de su Padre. Sin embargo, en el plan de Dios
estaba que Juan fuese el precursor, el que anunciase la venida de su hijo y
preparase su camino.
Creo, Señor, que,
por tu Gracia, tengo fe. Pero, experimento que mi fe es débil y se tambalea. Me
doy cuenta de que a la hora de entregarme plenamente dudo y siento flaqueza y
debilidad. Temo, Señor, que me fe se evapore y se pierda. ¡Señor, auméntame mi
fe!
Primero hubo muchos que no creyeron a Juan, y, luego, continuó esa incredulidad con Jesús. A pesar de su autoridad y de sus obras muchos le rechazaron. Hoy sucede lo mismo con la Iglesia, continuadora de su Anuncio y Palabra. Jesús es el Hijo de Dios y en Él estamos salvados. En estas navidades celebramos y proclamamos ese mensaje.
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