Ser santo es la
llamada que está impresa en nuestro corazón. Pero, no santo de momentos
puntuales y heroicos sino santos de cada día. Porque, la santidad consiste en
actuar cada instante y cada momento en la presencia del Dios y en el esfuerzo
de hacer su Voluntad.
Aunque me crea que
son mis fuerzas las que hacen mis buenas obras, yo sé, Señor, que Tú estás
detrás de todas. Y es tu Aliento y tu Espíritu quienes me alienta e insuflan en
mí esa fortaleza que fructifica en esas buenas obras que mi ser ejecuta.
El santo se nota en su lucha de cada día contra las tentaciones y seducciones que el mundo, demonio y carne le ponen como ofertas de felicidad mejores que lo tu Padre Dios te regala y te da. Eso fue lo que le sucedió a Eva y a Adán, creyeron que alejados de Dios podían ser felices.
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