Todo se reduce a
la fe. Nos lo dice muy claro el Señor: «Todo es posible al
que tiene fe». Y esa es nuestra cuestión, ¿tengo fe? Es
la pregunta a la que tendremos que responder a lo largo de nuestra vida y
nuestro camino. Y en esa perseverancia se esconde nuestra fe.
Las dificultades
se hacen presente en mi camino de cada día. Y no pido que me las quites, Señor,
porque son necesarias para mi conversión sino que fortalezcas y sostengas firme
mi fe en Ti.
Es evidente que nuestra perseverancia pone de manifiesto nuestra fe. El deseo de buscarla y de pedírla, ya que es un don de Dios, nos descubre nuestra insistencia y, en consecuencia, nuestra fe. Posiblemente, pobre, limitada, insegura y llena de dudas, pero confiada y esperanzada en la Bonda y Misericordia Infinita de nuestro Padre Dios.
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