Me voy dando
cuenta, Señor, que mi vida no transcurre como Tú quieres y para lo que me has
creado. Mi corazón está muy lejos del Tuyo y pienso más en mí que en los otros.
Sobre todo los necesitados. Me has creado para amar y yo, Señor, te pongo
dificultades.
Cada día se libra
una batalla. Eso rompe la monotonía de la rutina y de la repetición. Cada día
trae nuevos afanes y nuevas luchas. Vencernos a nosotros mismos del cansancio,
de la pereza, del apego a la comodidad, al bienestar y riqueza nos va, poco a
poco, liberando y dejando nuestro corazón disponible. Y ese es el camino, dejar
que el Espíritu Santo haga su trabajo.
No están de más la
manifestaciones y genuflexiones ante ele Señor. Quizás no es aconsejable tanta
exageración porque lo importante es tener arrodillado nuestro corazón.
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