Nuestra gloria y
felicidad eterna pasa a través del dolor y, sobre todo, el amor. Porque, y eso
lo hemos experimentado todos, el amor trae momentos de dolor y sufrimiento.
Cuando se ama se sufre pero siempre con gozo y alegría porque en el Amor está
la felicidad.
Un tiempo ofrecido
por la Iglesia como preparación para la celebración de la Pasión, muerte y
Resurrección de nuestro Señor Jesús. Un tiempo de oración, de ayuno y limosna
que nos predisponga a crecer en conversión y amor a los hombres, sobre todo a
los más necesitados.
¿Quién no ha
estado dispuesto hasta el extremo de entregar su vida cuando está enamorado?
¿Qué padre o madre no da todo lo que tiene, hasta su vida, por sus hijos?
Posiblemente tengamos dudas y hasta miedo, pero todos hemos experimentado ese
deseo e intención. Y es que detrás de ese dolor se esconde la felicidad.
El camino está señalado por el Señor de manera muy clara. Otra cosa es que no nos guste, nos cueste y queramos eludirlo. Pero está muy claro. Pidamos fuerza y tengamos fe para injertados en Él, que se nos ha ofrecido, superar la prueba de amor.
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